viernes, 26 de junio de 2009




Me enamoré de él y ahora se ha ido. Me realizó con tanta delicadeza, recordando los diferentes rasgos que para él hacían la mujer perfecta: los labios de Roxana, la nariz de Alejandra y los ojos, como artista de cine de los cuarenta. Decidió que en negro contrastaría elegantemente. Mientras me recortaba observaba sus ojos de satisfacción, la felicidad que sólo un artista imprime en su mirada cuando la obra que ha terminado le parece sublime. Me tomó entre sus manos, manos ásperas, movimientos sutiles. Cuando encontró el lugar ideal de su catarsis me tomó de las orillas, me acomodó perfectamente sobre la pared, me sujetó con cinta adhesiva y me roció de pintura negra, ¡que olor! Es un olor que me recuerda a él. Tras dejar la pintura, retrocedió unos pasos, me contempló y yo me sentí viva. Mis ojos lo miraban de frente, estaban abiertos y expresaban amor. Entonces, me dejó. Tomó el esténcil y me dejó plasmada en la pared con el olor a pintura negra como único objeto de remembranza. Se alejó por la calle y lo seguí con la mirada. Mis ojos se han cerrado, mis esperanzas han muerto, no volverá. Ahora sólo espero el paso del tiempo que me borrará de este espacio donde me encuentro, de este espacio de desolación, de añoranza.


viernes, 15 de junio de 2007